Los ángeles no se caen, se suicidan.

Y ella solo intentaba vivir entre errores y caricias, ella solo intentaba sonreír todos los días, intentaba no fallar. Ella sabia que no era como las demás, era diferente, rara, especial. Ella sabia su especialidad: fallar.
Dicen que lo peor que puedes hacer es intentar complacer a todo el mundo, intentar gustar a todos, y ella, eso lo había entendido a la perfección, hacia tiempo que no intentaba complacer a la gente y que cometía errores solo para ella, sus propios errores. Sonreía, se llamaba rara, se besaba en el espejo, cogía la botella de ron y se la bebía mientras escuchaba Rock. Ella sabia que los errores no iban acompañados de una cara triste, el problema era que poca gente sabia equivocarse bien, y es que hasta el fallar es un arte que hay que perfeccionar, un arte en el que ella mandaba. Recordaba cuando era buena, inocente, cuando nadie le había hecho daño, cuando todo iba bien, cuando parecía fácil complacer al resto de mortales. Todas las noches soñaba una y otra vez con aquello que le había hecho cambiar, con el dolor, la mentira, el rencor, el odio, con lo que había torcido las cosas, con lo que le hizo pasar de "diferente" a "rara". Y cuando se levanta se mira al espejo y se ríe entre lagrimas, busca su luz, esa que ella cree haber perdido, se pinta los ojos de negro y se va a vivir ese mundo de oscuridad al que cree pertenecer. Cuando vuelve de jugar con cualquier entrepierna ajena, cuando vuelve de jugar a ser la oscuridad, se mira al espejo y llora, con una sonrisa en la cara se quita el maquillaje y sigue sin brillar. Se tumba en la cama, se duerme con las notas de una guitarra y vuelve a soñar con lo que ella cree que le cambió y vuelve a sentir el dolor en su piel, sufre, se despierta y ahí le espera la botella de ron, el Rock, un espejo, lagrimas y una sonrisa que le ayuda a sobrevivir. Y una vez mas, en el espejo recuerda cuando desprendia luz, sin darse cuenta de que su luz sigue ahí.